miércoles, 16 de septiembre de 2009

¿De quién es La Internacional?



Tras los sonados avisos a Fuente Ovejuna y Zalamea, la SGAE le ha recordado al PSOE que cantar La Internacional también obliga a pagar derechos de autor. Aunque parece ser que al final la SGAE ha optado por hacer la vista gorda ("no tenemos suficientes inspectores para estar en todas partes"), la notícia ha tenido un cierto recorrido en los medios.

Este no es un tema de voracidad española: hace pocos años la SACEM (el equivalente francés de la SGAE) reclamó mil euros a un actor por silbar La Internacional durante siete segundos en una escena de su película.

O sea, que el himno de la Internacional Obrera, la unión de todos aquellos que querian una sociedad en la que todo fuese de todos, no puede cantarse libremente. Como las paradojas me activan las neuronas me he permitido investigar un poco este tema.

La Internacional nació en primer lugar como poema. Su autor fue el poeta y obrero del transporte Eugène Pottier quien formó parte del Consejo Revolucionario de París en los dias de la Comuna, en 1870. Como Le temps des cérisses, otra hermosísima canción, la Internacional nació en los últimos dias de aquella revolución, en la conocida como Semana Sangrienta por la crudeza de la represión.

Posteriormente, los obreros textiles de Lille la adoptaron como himno, aunque a falta de una música propia, acoplaron sus estrofas a La Marsellesa. Esta fusión con La Marsellesa no gustaba a muchos revolucionarios. Jules Vallès escribía refiriéndose a La Marsellesa: "Vuestra Marsellesa actual me causa horror. Ha sido transformada en un cántico del Estado. No entusiasma a los voluntarios, dirige rebaños. No es la alarma del voluntariado, sino el ruido monótono del cencerro colgado del cuello de los bueyes".

En 1888, dieciocho años después de la Comuna, el director del coro obrero La Lyre des Travailleurs, de Lille, recibe una copia del poema de Pottier,que ha fallecido un año antes, con el encargo ponerle música. Se trata de Pierre Degeyter, músico y ferroviario. De esta forma, la Internacional podrá usarse como himno del recien nacido Partido Obrero Francés, precursor del PSF de Jaurès.

La utilización de la Internacional, que se ha hecho muy popular en pocos años, como himno de la clase obrera de todo el mundo se acuerda en 1904, a raiz del Congreso de la II Internacional celebrado en Amsterdam y se ratifica en el Congreso de Stuttgart de 1910. Pero el empujón definitivo lo recibe tras la Revolución Bolchevique, en que la naciente URSS lo adopta como himno nacional.

Paradójicamente, este himno a la fraternidad humana, dió lugar a una sucesión de pleitos entre hermanos. Aprovechando que la partitura venia firmada sólo con el apellido, Adolphe Degeytes intentó que los tribunales le atribuyesen a él la composición. En primera instancia el Tribunal del Sena atribuye la obra a Adolphe (aunque éste le ha reconocido a Pierre en carta privada que él no es el autor). Los sucesivos pleitos se alargan hasta 1922, en que Pierre ve por fin reconocida legalmente su autoria. Adolphe se suicida poco antes de éste último fallo judicial.

Pese a los homenajes recibidos (Degeytes fue invitado de honor de Stalin en el X Aniversario de la revolución), el músico, como años antes el poeta, murió en la miseria en 1932. Lo que ya no sé es cómo llegó la titularidad de los derechos de La Internacional hasta la editorial Le Chant du Monde, su actual propietaria, y además este post ya se alarga demasiado. Prometo investigarlo y volver al tema más adelante. En Estados Unidos, por cierto, pertenece al dominio público (total, allí no la canta nadie) y según la wikipedia tambien es de dominio público en la Unión Europea, a excepción de Francia, pero por lo visto en España tampoco.

La pregunta que queda en el aire es si la SGAE, la SACEM o cualquier entidad similar reclamará sus derechos a los que ya pagaron con años de cárcel por entonarla. O a los herederos de los que la cantaron ante el piquete de fusilamiento. Si es asi, le ruego a D. Teddy Bautista le perdone la deuda a las Trece Rosas y a tantos otros.

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